Antigua Literatura Monástica (1) (Ισπανικά, Spanish)
25 Αυγούστου 2009
A) El comienzo del monaquismo.
La espiritualidad del monaquismo está basada en el contemptus saeculi. Las primeras noticias que tenemos de esta forma de vida nos las proporcionan San Atanasio y San Jerónimo en sus escritos sobre los monjes de los desiertos de Egipto. El monacato cristiano nació en la segunda mitad del siglo III en Egipto como anacoretismo. Llevadas por el deseo de observar de modo radical el evangelio, algunas personas se desprendían de todos sus bienes e incluso abandonaban la comunidad social a fin de vivir en adelante sólo para Cristo.
En la primera mitad del siglo IV aparece San Antonio Abad (251-356), en los desiertos de Nitria y Scete (Bajo Egipto). Lleva una vida anacorética de soledad y silencio. En el Alto Egipto vivía San Pablo de Tebas por aquella misma época.
Después de veinte años de soledad, San Antonio reúne a sus discípulos y se forma la primera comunidad de anacoretas sin regla. Así aparece la primera forma de vida común.
En el Alto Egipto (Tebaida), San Pacomio (286-346) inaugura la vida cenobítica que es también una forma de vida común, pero con obediencia a un superior religioso mediante una “Regla.” Los monjes viven en un claustro (casa con celdas para muchos monjes rodeada de un muro). Al frente del monasterio o cenobio está un abad. A la muerte de San Pacomio había ya nueve cenobios en la Tebaida con millares de monjes. Había también dos cenobios de mujeres. La abadesa era María, una hermana de San Pacomio.
Además de este ejemplo de monacato femenino, tenemos en el siglo IV el suceso de las damas romanas que, dirigidas por San Jerónimo, se trasladaron a Belén y fundaron un cenobio para mujeres.
Otras formas primitivas de monacato son las de:
San Sabes: vida anacorética y eremítica en los desiertos de Judea y Siria; aparecen las lauras en Jerusalén, que son una fusión de la vida eremítica y cenobítica;
San Efrén: en la segunda mitad del siglo IV, vida anacorética y eremítica en Edesa (Siria nororiental); ahí estuvieron San Juan Crisóstomo y San Jerónimo;
En Asia Menor Eustacio, obispo de Sebaste (380) promueve la vida cenobítica. San Basilio fue discípulos suyo y propiamente se le considera el fundador del monaquismo en Oriente. En los monasterios fundados por él se vivía en común, se practicaba el amor al prójimo y se cultivaba una forma de cultura elevada. San Basilio escribió reglas monásticas.
Más tarde aparecen otros tipos de vida monacal:
los sarabaitas: vivían dos o tres en la misma celda;
los giróvagos: iban vagando de una comunidad a otra;
los reclusos: se hacían emparedar vivos en celdas muy estrechas, de por vida;
los estilitas: como San Simón, que vivió treinta años, cerca de Antioquía, en una columna.
Entre los siglo IV y VIII se desarrolla el monaquismo urbano. Por ejemplo, en Constantinopla había ochenta monasterios en tiempo de Justiniano (siglo VI) que escribió sobre los monjes y a quienes dedicó las “novelas” 5 y 139.
Son dignos de mención, dentro del monacato urbano, los acemetas (“akoimetoi”): los insomnes. Su fundador fue San Alejandro. Se dedicaban a la “oración perpetua.” El monasterio de Studion fue un monasterio de acemetas muy famoso en la antigüedad, fundado por el cónsul Studios. Los monjes “estuditas” fueron firmes defensores del Primado romano contra los monofisitas, en el siglo VI).
Los monjes solían ser laicos (legos). Vestían hábito (túnica negra, cinturón de cuero, piel de cordero o cabra, capuchón), ejercían un trabajo manual y hacían oración. Había algunos pocos sacerdotes entre ellos.
Entre los monjes orientales no parece haber habido dependencias con esenios, neoplatónicos, pitagóricos, budistas, etc.
Bibliografía: Historia Universal, EUNSA, Pamplona, II, 327 y ss.
B) Importancia e influjo.
San Atanasio de Alejandría dio a conocer estas formas de vida en Treveris (Alemania), durante uno de sus exilios. Escribió una biografía sobre San Antonio.
Los primeros monjes de Occidente aparecen bajo la forma de vida cenobítica en las islas del mediterráneo (la isla de Lerins, frente a Marsella). Practican el monaquismo San Ambrosio, San Agustín y San Paulino de Nola.
El monacato se extendió por el África latina. San Agustín fundó un monasterio en su casa de Hipona. Se vivía “vida apostólica” que consistía en que el clero vivía en la casa del obispo. Es el antecedente de los “Canónigos regulares” de la Edad media. Escribió una regla para varones y mujeres. Durante la reconquista bizantina del África del Norte (siglo VI) seguían muchos monasterios organizados según esta regla de San Agustín.
En el centro de las Galias también se extiende el monaquismo a través de San Martín de Tours que funda el monasterio de Ligugé (Poitiers) y el de Marmoutier (Tours, año 370).
En el sudeste de las Galias (Provenza) aparecen formas de vida monacal en Marsella y Lerins. Juan Casiano funda en Marsella la Abadía de San Víctor. Honorato funda en Lerins “lauras” como las de Palestina (vida cenobítica y eremítica combinadas). Otros promotores insignes del monaquismo occidental fueron Salviano de Marsella y San Vicente de Lerins. De esos monasterios salieron obispos famosos como Hilario y Cesareo de Arles, Máximo y Fausto de Riez, y Euquerio de Lyon.
Un siglo más tarde San Benito (480-547), patriarca del cenobismo occidental, propaga la vida monacal. San Benito nació en Nursia (Sabina del norte) y muere en Montecasino en plena guerra gótica. Estudia en Roma, va a Subiaco (Sublacum, en los montes sabinos: lago artificial construido por el emperador Claudio junto a las ruinas de un palacio campestre de Nerón). Ahí funda una comunidad según el modelo de los monasterios de San Pacomio.
La segunda fundación es Montecasino (529), en Campania, entre Roma y Nápoles. Ahí se instaura la vida cenobítica completa con el “ora et labora” (oración litúrgica, lectio divina y trabajo).
San Benito escribe su “regla” el año 540. San Gregorio Magno, que fue monje benedictino, dice que se trata de un “código notable por su discreción y claro en su lenguaje.” Está inspirada en la “Regula Magistri” del siglo VI también.
La Orden benedictina fue la única que, hasta el siglo XII, rigió el monaquismo occidental. Uno de los benedictinos ilustres fue Casiodoro, hombre público que bajo el dominio de los ostrogodos (540) funda “Vivarium” un monasterio en Calabria, donde se copiaban manuscritos antiguos. Este saber pasaría a los anglosajones y luego los monjes ingleses lo llevaría a toda Europa.
La hermana de San Benito, Santa Escolástica (+547) funda un monasterio para mujeres.
Bibliografía: Historia Universal, EUNSA, Pamplona, III, 222 y ss.